11 abril 2007

Los cambios se imponen...

LOS CAMBIOS SE IMPONEN PARA EL GÉNERO MASCULINO
Y ELLO BENEFICIA A MUJERES Y A VARONES

Por MARÍA DOLORES GÓMEZ SANZ
1. Introducción

La sociedad patriarcal se ha venido construyendo y cimentando, desde muchos siglos atrás, perdurando de generación en generación a través múltiples mecanismos de socialización, asignando roles y mandatos, imponiendo permisos y prohibiciones, claramente diferenciados según se nace con sexo de hombre o de mujer, construyéndose así los géneros masculino y femenino de modo tal que las diferencias biológicas se convierten -como si ello fuera ley natural- en desigualdades de derechos y oportunidades, en discriminaciones, desventajas, opresiones, desvalorizaciones y violencias en contra de las mujeres que son sometidas al poder de los varones.
Para las mujeres, al ser la parte más perdidosa de la relación, nos es más fácil una toma de conciencia y una lucha por nuestra liberación. Por ello el movimiento feminista ha venido creciendo durante las últimas décadas siendo un factor de impacto social de primer orden y estimulando cambios hacia la equidad de género.
También el sistema patriarcal oprime a los varones; sin embargo, la toma de conciencia de género de ellos que les impulse a realizar cambios es muy difícil debido al poder, privilegios y ventajas de que gozan en este tipo de sociedad. Los cambios hacia la progresiva deconstrucción y equidad de género, más allá de la voluntad de los varones, se imponen y no sólo por el avance feminista si no por múltiples factores que vienen caracterizando el cambio de época que estamos viviendo.
El objetivo de este trabajo es explicitar cómo el sistema patriarcal oprime también a los varones, por qué es tan difícil –sin embargo- la toma de conciencia y movilización para el cambio de ellos y los factores externos a ellos mismos que les imponen cambios de los cuales también se beneficiarán.
2. La opresión que el sistema patriarcal provoca en los varones.

El género masculino se ha venido construyendo sobre una base sexualizada y la masculinidad es sinónima de virilidad asociada al falo y al uso o abuso del mismo. Al ser humano que nace con pene, se le llama hombre. Sin embargo, “ser hombre” es mucho más que poseer el órgano anatómico, puesto que hay que aprender toda una forma de pensar, sentir, expresar, actuar, comunicar, ejercer poder de dominación sobre otros seres y sobre las mujeres en particular, para demostrar que se es “verdaderamente hombre”. Todo ello construye el género masculino o masculinidad.
Esas formas y requisitos genéricos que por nacer con pene hay que cumplir se convierten para los varones en cárceles agobiantes puesto que si no son capaces del adecuado cumplimiento pueden ser considerados “no hombres” y si no son hombres, entonces ¿qué son?. Una situación así se vive con gran angustia y desequilibrio emocional. Al haberse construido binariamente las identidades de forma que todo es masculino o femenino, o sea, o sos hombre o sos mujer, ante el cuestionamiento de “no ser hombre” no queda más que decir que sos mujer u homosexual con toda la carga peyorativa que ello tiene. La renuncia a lo femenino, además de fundamentarse en el miedo a ser considerado homosexual, se explica por la desvalorización y menosprecio que históricamente se ha dado hacia el mundo femenino. En el sistema patriarcal que sufrimos, lo importante, lo que tiene valor sustantivo, lo exaltado por la sociedad y los medios de comunicación, es lo relacionado con la productividad, el ámbito público, el poder político y poder en todas sus expresiones, la racionalidad, la productividad, la individualidad, todo ello asociado a la masculinidad; mientras, el mundo de la afectividad, la intuición, las emociones, la compasión, la empatía, forman parte del mundo femenino, no son temas considerados en las políticas ni son temas de importancia considerada para el desarrollo de la sociedad.
Podemos hablar de una masculinidad hegemónica o del hombre ideal identificado con el varón blanco, joven, casado, heterosexual, procreador, urbano, profesional, con trabajo de tiempo completo, proveedor de su hogar, de pene grande, con esposa fiel, con amantes, de buen aspecto, líder, fuerte, que no tiene miedo. También hablamos de una masculinidad subordinada, es decir, la de aquellos varones que no cumplen ese estándar por ser campesinos, indígenas, homosexuales, tener pene pequeño, ser pobres, en desempleo estacionario o crónico, miedosos, no tienen éxito con las mujeres, etc.
Los varones de masculinidad hegemónica pasan toda su vida en el “estrés” de demostrar que son esos hombres, capaces de proveer en solitario las necesidades de su núcleo familiar, de tener potencia y apetito sexual sin límites, de tener éxito social y poder demostrarlo con arrogancia, debiendo ser fuertes físicamente, bruscos y agresivos en sus relaciones, dominadores de sus mujeres, legitimados para ejercer violencia (verbal, psicológica, física, sexual o de cualquier naturaleza). Los varones de masculinidad subordinada, además del mismo estrés, sufren vergüenza ante su propio género, baja autoestima, depresiones y otras vivencias negativas de sí mismos y con el entorno, lo que a menudo intentan compensar ejerciendo o incrementando la violencia en su hogar o el abuso sexual en su entorno para demostrar así su hombría cuestionada y autocuestionada, o consumiendo alcohol, drogas u otros mecanismos autodestructivos conscientes o inconscientes. También el consumo de alcohol y drogas va parejo a la masculinidad dominante, a como se publicita del licor que su consumo es de “hombres muy hombres”, por ejemplo.
¿Son felices los varones viviendo ese estrés?. ¿Son felices los varones agresores?. ¿Son felices los varones cuya masculinidad es hegemónica o subordinada?. Obviamente debemos contestar que no. En esta construcción de la masculinidad se impide a los varones experimentar conscientemente toda la diversidad fascinante de emociones, el placer de cuidar de los otros, el gozar de la niñez y crianza de sus hijos/as, la plenitud de una relación de pares con las mujeres, el placer de un orgasmo integral y no sólo genital, la empatía en las relaciones interpersonales, la amistad profunda y relación de intimidad con personas de su mismo sexo; y no es que los hombres no tengan todas esas necesidades emocionales y afectivas, si no que se le reprimen y se las auto reprime inconscientemente para cumplir el rol genérico asignado, con lo que queda mermado y frustrado su potencial humano. Por otro lado, la afirmación de la identidad masculina impele a los hombres a comportamientos sociales y sexuales que se basan en correr riesgos, en la falta de cuido de ellos mismos, en la indiferencia preventiva, lo que les conlleva una mayor vulnerabilidad para contraer enfermedades, tener que enfrentar embarazos no deseados, no ser sujetos de políticas públicas para sus propias necesidades de salud reproductiva y un largo etcétera de perjuicios. La masculinidad se ha transformado así en alienación ya que implica suprimir emociones, sentimientos y negar necesidades. El varón llega a temer que si muestra su debilidad humana, si experimenta y demuestra sentimientos de ternura y afecto , puede ser confundido y cuestionado en cuanto a su hombría y se siente obligado a creer que la mujer le pertenece y que las relaciones con ella deben ser más de poder que afectivas. La gran paradoja del sistema patriarcal es que las formas dañinas de la masculinidad dentro de esta sociedad androcéntrica son perjudiciales no sólo para las mujeres, sino también para los mismos varones.

3. Dificultades para la toma de conciencia de los hombres.

Si los hombres son también oprimidos por el sistema patriarcal, ¿por qué no toman conciencia de su propia condición y luchan y se mobilizan para el cambio?, ¿qué factores principalmente se lo impiden?.
Para la mayoría de los varones de nuestras sociedades, el comprometerse en un esfuerzo por deconstruir la masculinidad tradicional sería signo de homosexualidad o cochonería y el temor a esa estigmatización paraliza cualquier intento de desaprender el machismo.
Pero también el sistema patriarcal conlleva para los varones ventajas y privilegios de tal arraigo y dimensión que hacen muy difícil su toma de conciencia para el cambio. En el balance “qué gano, qué pierdo” ellos no son capaces de visualizar significativas o sustantivas ganancias con la transformación de la sociedad patriarcal en una sociedad con equidad de género y con cualquier pequeño cambio cosmético sentencian que ya no son machistas para así perpetuar sus ventajas.
La socialización primaria de los varones en la familia, escuela, barrio, sociedad en su conjunto, está sustentada en dos ejes centrales: la pedagogía de la violencia y la pedagogía del privilegio. La primera les enseña a ser fuertes y agresivos, a ostentar poder de dominación; la segunda va enraizando y naturalizando muy significativas ventajas del ser hombre, fundamentalmente en el ámbito doméstico en el que las mujeres y las niñas son sus servidoras, empleadas domésticas gratuitas, únicas responsables de todas las tareas necesarias para la crianza de los hijos e hijas comunes. Las tareas domésticas y las de crianza nunca se acaban, son agotadoras y no tienen remuneración, prestigio ni reconocimiento. Los varones nacen liberados de todas ellas a costa de las mujeres que nacen ya con esa responsabilidad a cuestas, subordinadas a los varones con esa suerte de esclavitud. Los varones pueden ser para sí, tener tiempo para sí mismos, planificar su ocio, autoafirmarse individualmente, a costa de las mujeres que son para los demás por construcción genérica y nunca tienen el tiempo para dedicarse a ellas. El hombre se construye con derechos en exclusiva y los privilegios del amo que consciente e inconscientemente impone a través de múltiples estrategias y, de ser necesario, utilizando la violencia. La violencia no tiene porqué ser siempre brutalmente física, si no que muchas sutilezas que se han conceptualizado como micromachismos constituyen una verdadera violencia de género que los varones ejercitan expertamente para mantener sus privilegios y espacios. Se han acuñado (1) distintas clases de micromachismos, agrupando conductas, gestos, expresiones, siendo el “vampirismo” un clarísimo ejemplo que según Luis Bobino significa el “cómo los varones aprovechan abusivamente para sí los beneficios de la capacidad de cuidado femenino ya que la imposición de disponibilidad femenina hacia el varón, acrecienta la calidad de vida de él a expensas de la mujer, sin que éste (ni la cultura patriarcal) habitualmente lo reconozcan”.
Los privilegios que el hombre goza en el ámbito laboral, social, familiar, doméstico unido al miedo que sienten de ser señalados como sospechosos de su hombría o de ser no-hombres, son poderosos obstáculos que se convierten en férreas resistencias para la toma de conciencia y movilización para el cambio de los hombres.
4. Factores que imponen cambios al género masculino,
beneficiosos para ellas y para ellos.

El inmovilismo de los varones para el cambio (salvo rarísimas y encomiables excepciones) no impide que los cambios se vayan imponiendo, por el empuje de factores externos su voluntad.
Actualmente se está hablando de una crisis de la masculinidad a causa de los cambios ocurridos en el campo cultural, económico y social; parte de estos cambios lo constituye la progresiva liberación y mayor integración de la mujer en el espacio público. La lucha de las mujeres para hacer desaparecer el patriarcado ha conseguido disminuir la influencia de éste en algunas estructuras políticas, sociales y económicas. La progresiva toma de conciencia de las mujeres que se extiende es factor de gran impacto social, que raya transversalmente espacios públicos y privados (centros de trabajo, grupos sociales, liderazgo comunitario, talleres, conferencias, seminarios, pláticas en la calle, en la casa, en la cama….); no se visualiza toda su dimensión en los medios de comunicación de consumo masivo pero forman ya parte irrefutable e irreversible de la realidad. Ello también provoca un incremento de la violencia en contra de las mujeres que se “insubordinan” pero afortunadamente ya está en todas las agendas políticas el tema de la violencia para un enfrentamiento social e institucional y, aunque todavía hay muchísimo por hacer, se viene avanzando. El empuje del feminismo ha afectado el desequilibrio de poder que existía entre ambos géneros, con una tendencia a la mayor equidad entre hombres y mujeres, aun cuando el espacio doméstico sigue siendo de responsabilidad femenina y el hombre solamente coopera cuando quiere y puede.
Sin embargo, no es únicamente la toma de conciencia de las mujeres la que empuja a los cambios si no también los factores de transformación que están caracterizando el cambio de época en que vivimos, la construcción de nuevos paradigmas. Una gran influencia de las nuevas tecnologías de la comunicación, la transformación del sistema productivo, la globalización, las rupturas moralistas dominantes en las culturas, entre otros factores.
Se están dando importantes transformaciones en nuestros países que provocan (y a veces provienen de) cambios en las relaciones de género. Algunas son (2): el acelerado proceso de urbanización, cambios en la infraestructura económica con la incorporación de las mujeres a la fuerza laboral, el deterioro del poder adquisitivo lo que impulsa a más miembros de la familia a trabajar por un salario, muchos de ellos mujeres; la creciente migración interna y a otros países; cambios en la organización familiar; tendencia a relaciones de género de mayor equidad en campos cada vez mas diversificados como por ejemplo la educación y la política y la progresiva toma de conciencia social alrededor de los derechos humanos, la democracia participativa, la construcción de ciudadanía, la recuperación de valores éticos, entre otros.
Debemos empujar, sumar a los cambios así como remover resistencias, pues no se trata de “dar la vuelta a la tortilla” y que ahora las mujeres estén encima de los hombres, si no romper toda subordinación y construir una nueva sociedad con equidad de género, en igualdad de derechos y de obligaciones, en suma, ser todos y todas más felices.


5. Conclusiones y visiones de futuro.

El sistema patriarcal provoca en los varones opresiones, insatisfacciones, traumas, merma de su potencial humano integral, altas o importantes dosis de estrés y de ansiedad al tener que estar continuamente demostrando que “son hombres“ según la construcción genérica dominante de masculinidad (y que cada vez menos varones cumplen). Sin embargo, su toma de conciencia de género que provoque una movilización para el cambio, es muy difícil por dos razones fundamentales: a) el miedo a ser considerados no-hombres u homosexuales en caso de involucrarse en procesos de desaprender a ser machistas; y b) los privilegios y ventajas que el sistema les proporciona a costa de la subordinación y desvalorización de las mujeres, especialmente en el ámbito doméstico, los cuales lejos de estar dispuestos a perder se aferran en mantener recurriendo a todo tipo de estrategias, incluida la violencia, violencia sutil en el caso de los micromachismos o violencia física y sexual que consideran legítima para mantener el orden estatuido.
Con la voluntad y cooperación de los varones o sin ellas, los cambios se imponen y también a ellos benefician. El avance y penetración del movimiento feminista, la toma de conciencia de las mujeres movilizadas para su liberación, son un factor importante y decisivo para los cambios, pero no el único. El cambio de época en que estamos viviendo promueve múltiples factores sociales, económicos, políticos, culturales, religiosos, que impulsan deconstrucciones y reconstrucciones genéricas y promueven una sociedad con equidad de género.
Debe desmitificarse la creencia de que son los hombres los grandes beneficiados del patriarcado, los privilegiados, mostrando las grandes desventajas que también tiene para ellos la cultura actual de género. Este aspecto es de máxima importancia, puesto que el cambio de planteamientos será más viable y a menor plazo, en la medida que ellos sientan que dicho cambio también les beneficia.
Debe ir emergiendo una nueva identidad humana-social, de aprender desde que nacemos a ser personas humanas más que aprender a ser hombres o mujeres. Esa identidad estará basada en igualdad de derechos y obligaciones, en la construcción de ciudadanía; socializar a partir de los derechos humanos que son universales, sin distinciones de géneros. Construir una identidad a partir de ser especie humana diferenciada de otras especies animales, vegetales o minerales que existen en la naturaleza pero siempre construida en el respeto irrestricto de la vida de todos los seres de la creación.
En el futuro, la cuestión de la inequidad de género dejará de ser asunto de mujeres y pasará a ser una responsabilidad compartida entre hombres y mujeres.

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NOTAS
1. Luis Bobino Méndez: Micromachismos, la violencia invisible en la pareja. 1ª. edición, 1998.
2. Benno de Keijzer: Hasta donde el cuerpo aguante: Género, Cuerpo y Salud Masculina.

BIBLIOGRAFÍA
- Robert W. Connel: La organización social de la Masculinidad.
- Benno de Keijzer: Hasta donde el cuerpo aguante: Género, Cuerpo y Salud Masculina
- Luis Bobino Méndez: MICROMACHISMOS La violencia invisible en la pareja
- Rafael Montesinos: Los cambios de la Masculinidad como expresión de la transición social
- Mario Malespín, Jairo Luna, Jimmy Flores, Neus Andreu: El enfoque masculino de la inequidad de género.

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