01 junio 2009

REFLEXIÓN COLECTIVA EN EL DÍA DE LA MADRE – RESUMEN DE UN TALLER DE MUJERES COMPARTIDA EN CEBs DE MASAYA, DOMINGO 31 DE MAYO DE 2009.

Abnegada, sufrida, querida, odiada, víctima, victimaria, maltratada, así es la madre nicaragüense; hay unas que son cariñosas, amororsas, sacrificadas, pero para algunos la madre no es aquel estereotipo de se ha hecho creer “ni perfecta, ni abnegada, ni sufrida; sino una mujer confundida, sin preparación para la maternidad y que arrastra a su vez errores y horrores generacionales que ella transmitirá a su descendencia”.

La madre ha sido inspiración de poetas, escritores y cineastas. Manuel Bernal hacía llorar con su “Brindis del Bohemio”, la imagen de Sara García enternecía con su sufrimiento inacabable, para Máximo Gorki la madre de Pavel era la metáfora de un pueblo oprimido.

Pero para los publicistas y comerciantes, en el mes de mayo su atención se centra en todos los estereotipos que muevan fibras sensibles a la hora de comprar regalos sin escatimar dinero para aquella mujer “dadora de vida”, “la que no esperaba nada a cambio”, “la que vive para todos”, “la madre incondicional”, “la madrecita única”, “la más sacrificada”, “la incomparable”, aquella mujer a la que la sociedad, las costumbres y tradiciones, le han hecho olvidar que tiene vida propia y que vale por ser mujer, no sólo por ser madre.

Un solo día al año se venera a aquella que nos dio la vida. A las “reinas del hogar” nicaragüenses que, en un número grande, son golpeadas por sus compañeros, viven con intensidad la pobreza y la desnutrición, son abandonadas, hostigadas y violadas. Muchas de ellas madres adolescentes que truncan tempranamente su proyecto de vida.

También se encuentran aquellas madres de las que nadie quiere hablar, las que salen del patrón establecido, de las que sólo (cuando llega el caso a los medios de comunicación) se habla en la “nota roja”; aquella madre que debido a diferentes factores sociales, psicológicos y culturales, abandona, mata, golpea, o es cómplices del incesto o del abuso sexual de sus hijas por el miedo a la misma violencia, a la soledad, por la dependencia económica que paraliza, por el sometimiento ancestral.

Y qué decir de las madres que pierden su niñez para convertirse en madres-niñas o en madres-adolescentes. En muchos de los casos son niñas maltratadas, que viven violencia intrafamiliar, que fueron violadas. Cerca de 500 mil al año se suman a las estadísticas nacionales de ese tipo de mamás púberes o casi niñas. La mayoría de ellas se encuentra en la pobreza, al verse con esa “responsabilidad” dejan la escuela, por sus mismas condiciones sufren desnutrición, muchas veces abandonan al hijo o lo maltratan porque no lo quieren, porque la obligaron a tenerlo.

Están las madres a las que la sociedad rechaza porque no lo fueron dentro de los cánones establecidos del matrimonio: madres solteras. Las que fueron abandonadas con sus hijos por su pareja, o porque así lo decidieron ellas mismas, o las que se separan del marido o las viudas que tienen que sacar adelante a sus pequeños. Porque en Nicaragua puede existir familia sin padre, pero no sin madre. En nuestra sociedad los hombres se van y dejan a la mujer con esa responsabilidad. Hay estudios que aseguran que “el hombre es el único ser prescincible dentro de la familia tradicional”.

La madre soltera recibe dentro de nuestra sociedad un tratamiento que va desde la conmiseración hasta la discriminación y la agresión. Siempre es a la madre soltera a la que se le culpa de transgredir las normas establecidas: ella es la culpable de su situación, nadie se cuestiona si alguien más participó para concebir a ese hijo fuera del matrimonio, nunca recuerdan que en ese asunto amoroso o sexual , hubo otro y que ese otro es el hombre.

Igualmente son señaladas y discriminadas por la sociedad aquellas mujeres, que también existen, que lograron estudiar, que lograron que cambiaran sus condiciones de vida, que aprendieron a empoderarse de sus derechos y creen en la maternidad voluntaria, que repiten que su cuerpo les pertenece y que sobre su cuerpo ellas toman las decisiones, que no sienten temor de estar solas, no necesitan siempre a su lado a un hombre para sentirse dignas de amar y deciden tener un hijo sin casarse. No por error, engaño o absurdo enamoramiento, ni por profundo amor, convirtiéndose no en madres solteras sino en jefas de familia por propia decisión. Tampoco la sociedad las acepta o valora porque también se salen de los cánones establecidos.

Es urgente generar una nueva cultura de la maternidad. Porque la maternidad es cultural. La reproducción, es decir, la unión de un óvulo con un esperma, es biológica, pero la maternidad es otra cosa: es todo el conjunto de comportamientos y acciones de cuido, educación y transmisión de la vida individual y social que se da a los nuevos seres nacidos o que se ejerce sobre otras personas, a los que cada cultura asigna significados y valores; hay mujeres que nunca parieron y que son ; y hay mujeres que habiendo parido, nunca ejercieron el rol de la maternidad sobre ese nuevo ser salido de su vientre.

Es muy urgente dejar de ser madres por error, por descuido, por ignorancia, por no saber decir “no”, por violación, por miedo, por imposición de género: esa maternidad no es satisfactoria, se convierte en un sufrimiento indeseable, en un estigma, en un truncamiento de la propia vida.

Aprendamos las mujeres a conocer nuestro cuerpo, nuestro sexo, nuestra sexualidad; aprendamos a valorar y reivindicar la decencia y la virtud de nuestro placer erótico como vehículo especial de intercomunicación y de construcción de relaciones sexuales satisfactorias y humanas, con independencia del potencial reproductivo que tienen. Aprendamos a descubrir nuestra valía como mujeres, como seres humanos con derechos, con plena ciudadanía, independientemente de si somos o no madres. Y, en consecuencia, aprenderemos a ser madres por decisión libre y soberana, por un deseo de felicidad, en el tiempo adecuado y calculado, acorde con la etapa de desarrollo y crecimiento de nuestra vida, y con la persona libremente elegida por nosotras, sin ningún tipo de violencia o coacción; sólo entonces esa maternidad es fuente de felicidad, de plenitud, de realización, es fuente de generación de una nueva cultura liberada de opresiones y estigmas. También así podremos y sabremos transmitir a nuestros hijos e hijas la semilla de una nueva sociedad, porque sí es posible otro mundo, libre de violencia hacia las mujeres.

La voluntad de Dios en mi vida se expresa en esa libertad de opción, pues Él/Ella nos creó libres. La voluntad de Dios para ser madre no puede expresarse ni a través de la violencia ni a través del mero útero reproductor; la voluntad de Dios para ser madre se expresa en la inteligencia que nos ha dado para poder elegir y planificar una maternidad deseada y responsable, la que es fuente de gran felicidad.


FELICIDADES A TODAS LAS MUJERES Y A TODAS LAS MADRES DE NUESTRA COMUNIDAD Y DEL MUNDO, PORQUE SER CRISTIANAS ES ESTAR SIEMPRE EN CAMINO Y EN PROCESO DE LIBERACIÓN, EN REVOLUCIÓN PERMANENTE.

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